Un juez mete año y medio a la cárcel a un "motero" que se dedicaba a patear ciclistas por la calle

Tenía 21 años, una moto, un casco, y un plan que parecía diseñado para cosechar visitas en redes sociales: patear ciclistas al azar por las calles de Londres mientras se grababa. Lo que empezó como una serie de vídeos virales terminó convirtiéndose en una historia de violencia, impunidad y justicia tardía, que ha indignado al Reino Unido.
De las redes al banquillo: el caso que sacudió a Londres
Se llama Devontay Higgins, y durante varios meses del año pasado recorrió barrios del sur de Londres como Summerstown y Southfields sembrando el miedo. A bordo de un ciclomotor, aceleraba hasta alcanzar a ciclistas desprevenidos y los tiraba al suelo con una patada o un golpe intencionado. Todo era captado por la cámara de su móvil. Su objetivo no era escapar ni desplazarse, sino obtener fama digital a costa del sufrimiento ajeno.
Uno de sus ataques más graves lo protagonizó contra un ciclista de 57 años, al que derribó violentamente contra un coche aparcado. El hombre tardó meses en recuperarse. Otra víctima terminó empotrada contra la luna trasera de un vehículo, tras recibir una embestida a unos 15 km/h. En ambos casos, Higgins utilizó su moto y su propio cuerpo como armas.
“Buscó hacer daño de forma deliberada”
Las imágenes hablaban por sí solas. El Kingston Crown Court no tardó en declarar culpable al joven de dos delitos de lesiones corporales y dos por conducción peligrosa. La jueza Georgia Kent fue tajante:
“Atacó a dos usuarios vulnerables de la carretera de forma intencionada. Buscó hacerles daño”.
Higgins fue condenado a 18 meses de prisión, de los cuales nueve los cumplirá en la cárcel y otros tantos bajo supervisión. Además, le retiraron el carné durante dos años y nueve meses.
Una justicia que casi no llega
El proceso estuvo a punto de quedar en nada. La Fiscalía británica, inicialmente, decidió no acusarlo por “falta de pruebas”. Fue una de las víctimas quien activó el mecanismo de revisión de derechos, obligando a reabrir el caso. Sin esa decisión, Higgins habría seguido libre, probablemente repitiendo sus ataques.
Entre lágrimas, excusas y un pasado delictivo
En el juicio, el joven rompió a llorar. Su defensa alegó problemas personales, consumo de cannabis, y un diagnóstico de TDAH. También se mencionó que recientemente había empezado a trabajar en el restaurante caribeño de su madre. Pero nada de eso pesó más que las imágenes, los antecedentes por robo y el desprecio con el que actuó.
Un nuevo golpe a la imagen del motorista urbano
Este caso ha dejado un sabor amargo entre los aficionados a las dos ruedas. Una vez más, el ciclomotor —ese vehículo que miles de londinenses usan a diario para trabajar o moverse— queda manchado por quienes lo utilizan para delinquir.
Devontay Higgins buscaba notoriedad en redes sociales. Lo que encontró fue un castigo firme y una lección que debería marcar un antes y un después: la carretera no es un escenario para la violencia viral, y la justicia, aunque a veces tarde, acaba respondiendo.