Un piloto dice que deberíamos llevar motos de 20 caballos si pensáramos con la cabeza

En un contexto en el que los coches cada vez están más controlados por regulaciones europeas, limitadores de velocidad inteligentes (ISA) y asistentes de conducción obligatorios, las motocicletas se han convertido en el último reducto de la libertad mecánica y la deportividad más visceral. Ligereza, aceleraciones de vértigo y potencias que superan los 200 CV siguen estando a disposición de cualquier particular... al menos por ahora.
Este equilibrio entre pasión y peligro está alimentando un debate cada vez más presente en los medios especializados, las instituciones europeas y, por supuesto, entre los propios motoristas. ¿Deberían los fabricantes imponer límites antes de que lo hagan los legisladores?
La lógica de la emoción
El periodista y expiloto italiano Nico Cereghini lo resume con claridad: “Toda pasión tiene poco de racional”. Con esta afirmación, pone el foco en un fenómeno habitual: la compra impulsiva de motos de altas prestaciones motivada por emociones más que por necesidades reales. A su juicio, los fabricantes deberían empezar a autorregularse y marcar ciertos límites antes de que la legislación imponga restricciones más severas. "Como moteros, si sólo pensáramos con cabeza, hoy todos estaríamos con 20 o 30 CV de potencia como máximo bajo el trasero"
Y no es una idea nueva. En los años 90, cuando las superdeportivas japonesas competían por alcanzar los 400 km/h, los propios fabricantes acordaron informalmente un límite de velocidad máxima de 299 km/h, el famoso gentlemen’s agreement que sigue vigente, al menos sobre el papel.
La DGT y su preocupación constante
Desde la Dirección General de Tráfico, la postura ha sido clara. El propio Pere Navarro afirmaba que “una moto de 200 caballos con 200 kilos de peso está hecha para circuito y en carretera tiene un especial peligro”. Y aunque no existe ninguna propuesta formal para prohibir estas motos, lo cierto es que la presión sobre su uso en vía pública no deja de aumentar.
Las redes sociales se llenan de rumores cada vez que se menciona este tema, pero legalmente Tráfico no puede prohibir motos por potencia sin un marco normativo europeo, algo que ya se intentó sin éxito en el pasado.
Francia, el precedente europeo
De hecho, Francia fue durante años el único país europeo que limitó por ley las motocicletas a 100 CV. La medida, que entró en vigor en 1985, se mantuvo durante más de tres décadas, con la idea de frenar la siniestralidad. Pero la presión del mercado, los avances en seguridad activa y las directrices de la UE llevaron a su desaparición en 2016.
Desde entonces, las motocicletas potentes están disponibles sin restricciones técnicas, aunque muchas marcas ofrecen versiones limitadas para el carnet A2.
¿Una situación insostenible?
En plena ola de regulaciones para los coches —con límites automáticos de velocidad, etiquetas medioambientales y la llegada de la conducción autónoma—, las motos deportivas parecen haberse quedado en tierra de nadie. Capaces de acelerar de 0 a 100 en menos de 3 segundos, superar los 300 km/h y con precios que rivalizan con coches de alta gama, representan un producto difícil de justificar desde una perspectiva de seguridad vial.
Aun así, la UE no ha establecido aún un límite de potencia o velocidad para las motocicletas, aunque no se descarta que, si la siniestralidad no mejora, esta sea una de las próximas líneas de actuación.
¿Qué futuro le espera a las deportivas?
A medio plazo, la tendencia apunta a una mayor vigilancia tecnológica en motos también: se habla de incluir sistemas ISA (Asistente Inteligente de Velocidad), control de tracción obligatorio, freno combinado avanzado y mayores restricciones para los usuarios noveles.
En paralelo, algunos fabricantes de coches ya han optado por autolimitar electrónicamente sus modelos, como es el caso de Volvo. ¿Seguirán el ejemplo los grandes del motociclismo? Por ahora, parece improbable. En el mundo de la moto, la pasión sigue ganando a la razón.
Sin embargo, si la presión legislativa sigue aumentando y los accidentes no disminuyen, las motocicletas más radicales podrían verse en el centro de la próxima gran batalla regulatoria en Europa. Y esta vez, puede que los caballos acaben pagando el precio de la emoción.