Lleva su Honda al taller oficial y la recoge sin aceite y la junta mal puesta: "No me gusta escribir reseñas"

Lo que debería haber sido una simple revisión de rutina terminó con una motocicleta en peor estado que cuando entró al taller. Así lo denuncia Alberto, propietario de una Honda y cliente de un concesionario y taller oficial en Madrid, que ha decidido romper su silencio tras vivir una experiencia que califica de “desastrosa”.
El relato, publicado en una reseña pública, comienza con un gesto de paciencia. El cliente reconoce que inicialmente prefirió no quejarse, a pesar de los problemas que surgieron tras la revisión de los 24.000 kilómetros (que en realidad se realizó a los 22.000). Pero la insistencia del taller para que volviera a llevar la moto, según afirma, fue la gota que colmó el vaso:
“Me había callado porque no me gusta escribir malas reseñas, pero encima me atosigan a que vuelva, así que no quiero ya callar”.
Una revisión de 1.000 euros... y una moto que “apestaba a gasolina”
Según explica, la moto fue entregada al taller en perfecto estado. Sin embargo, al recogerla, notó que algo iba mal:
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Olor intenso a gasolina,
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Tirones al acelerar,
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Petardeo en el escape.
Volvió inmediatamente al taller, donde le aseguraron que un manguito se había quedado pillado, lo repararon en un día y le devolvieron la moto. Aunque el olor desapareció, el resto de problemas persistieron.
El diagnóstico real: una pesadilla mecánica
Alarmado, decidió llevar su Honda a otro taller de confianza, donde desmontaron la moto por completo. Lo que encontraron fue, en sus propias palabras, “increíble”:
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Junta de culata dañada, con pérdida de aceite por el motor.
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Moto circulando con niveles bajos de aceite, con el consiguiente riesgo mecánico.
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Manguito del refrigerante sin abrazadera, también con fugas.
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Piezas de montaje mal instaladas o con tornillos faltantes.
Una larga lista de fallos críticos que, según el cliente, surgieron tras la revisión oficial, la cual tuvo un coste de casi 1.000 euros.
“La llevé perfecta, y enamorado de ella estaba. Me la devolvieron hecha polvo”.
Sin solución ni responsabilidad asumida
El cliente afirma haber presentado una reclamación formal, aunque sin resultado. También contactó con abogados, quienes le indicaron que sería difícil demostrar que los daños fueron provocados por el taller oficial y no por el segundo taller que la reparó, lo que complica cualquier tipo de acción legal.
Mientras tanto, la respuesta pública del concesionario se ha limitado a un escueto mensaje:
“Nuestros responsables de área estudiarán su incidencia para analizar cualquier posible deficiencia en nuestro servicio y buscar formas con las que intentar mejorar nuestro trabajo”.
Una respuesta que, lejos de apaciguar el enfado del cliente, ha avivado aún más su indignación, especialmente por los intentos del concesionario de volver a contactar con él para que lleve nuevamente la moto al taller:
“Hala, volved a llamarme o a mandarme un mensaje para que la vuelva a llevar allí, volved”, concluye con tono irónico.
La confianza rota entre cliente y servicio oficial
Este caso pone sobre la mesa un problema recurrente en el mundo del motor: cuando una revisión de mantenimiento acaba costando no solo dinero, sino también la fiabilidad del vehículo y la confianza del propietario.
Para muchos, dejar la moto en un taller oficial es una garantía de calidad. Pero cuando el resultado es el contrario, el daño no es solo mecánico: también es emocional y económico. Porque para los amantes de las motos, su máquina no es un simple vehículo, sino una compañera de vida. Y cuando se sienten traicionados, el ruido no lo hace el escape... lo hace la voz del cliente.