No aparques tu moto pegada a la fachada: te pueden multar por esto
Conducir una moto en ciudad sigue siendo una de las formas más eficaces de moverse: agilidad, ahorro de tiempo y una sensación de libertad difícil de igualar. Sin embargo, esa ventaja se diluye muchas veces en el momento más cotidiano y conflictivo: aparcar. Lo que para muchos motoristas parece una costumbre asumida puede acabar en multa si no se conocen bien las normas, que cambian de una ciudad a otra.
La Ley de Tráfico es clara en su planteamiento general: prohíbe estacionar en las aceras. No obstante, deja en manos de cada ayuntamiento la posibilidad de regular excepciones mediante ordenanzas municipales. Ahí es donde surge la confusión. Desde MOTO Club MAPFRE han detallado las claves que todo motorista debería tener claras para aparcar en la acera de forma legal y evitar sorpresas desagradables.
La primera opción, siempre que exista, son las zonas reservadas para motos. Estas plazas suelen estar situadas en la calzada, intercaladas entre estacionamientos regulados para coches y, en muchos casos, protegidas por elementos físicos que evitan golpes o roces. Son gratuitas y lo habitual es aparcar en batería, aunque no todas las ciudades aplican exactamente el mismo criterio. En Madrid, por ejemplo, se recomienda no ocupar más de dos metros de longitud y colocar la moto en posición oblicua respecto a la acera.
El problema llega cuando esas plazas están completas. En muchos municipios, si no hay un estacionamiento específico libre en un radio determinado —a veces más de 100 metros—, la normativa permite subir la moto a la acera, siempre que no sea una zona peatonal ni exista señalización que lo prohíba expresamente. A partir de ahí, entra en juego la norma más importante de todas: no molestar ni obstaculizar a los peatones.
No existe una regulación estatal común para el estacionamiento de motos en acera. Cada ciudad impone sus propias condiciones, pero casi todas coinciden en una serie de principios básicos. Nunca se debe aparcar pegado a la fachada, ya que muchas personas mayores o con discapacidad visual utilizan ese apoyo para desplazarse. Tampoco está permitido hacerlo cerca de pasos de peatones, paradas de autobús o metro, donde el flujo de personas es constante y el espacio resulta especialmente sensible.
En Madrid, la ordenanza exige dejar tres metros libres para el paso de peatones y mantener una distancia mínima de 80 centímetros con el bordillo, para no dificultar el acceso a los coches aparcados. Si la acera mide menos de seis metros, la moto debe colocarse en paralelo; si supera ese ancho, se permite aparcar en batería. En Barcelona, el planteamiento es muy similar: en paralelo cuando la acera tiene entre tres y seis metros, en batería si es más ancha, siempre respetando tres metros libres y al menos medio metro de separación del bordillo.
Hay además pequeños detalles que suelen marcar la diferencia entre un estacionamiento correcto y una sanción. No se debe aparcar sobre registros, tapas o alcantarillas, ni tampoco atar la moto a farolas, bancos o señales, algo expresamente prohibido en muchas ciudades. Si es necesario subir a la acera, se puede hacer con el motor, pero una vez arriba conviene apagarlo y mover la moto empujando, un gesto sencillo que reduce molestias y evita conflictos con los peatones.
Las multas no son una cuestión menor. Aunque dependen de cada ayuntamiento, las sanciones por estacionar mal una motocicleta suelen partir de los 50 euros y, en situaciones más graves, pueden superar los 500 euros. Una cifra suficiente como para recordar que informarse sale mucho más barato que improvisar.
Aparcar correctamente también forma parte de conducir bien. Respetar las normas, entender que la acera es un espacio prioritario para los peatones y actuar con sentido común ayuda a mantener la tolerancia hacia las motos en las ciudades. Cada estacionamiento es una situación distinta, incluso en calles conocidas: cambia la ocupación, la anchura de la acera, la señalización o las necesidades de quienes pasan por allí.
La responsabilidad del motorista no termina al apagar el motor. También se demuestra en cómo y dónde se deja la moto. Porque aparcar bien no solo evita sanciones: mejora la convivencia y protege una de las grandes ventajas de moverse en dos ruedas por la ciudad.