Pere Navarro no lo dice, pero tampoco quiere a las motos en la ciudad
No hizo falta que las nombrara. Cuando el director de la DGT, Pere Navarro, afirma que el transporte público será “el único modo de acceder a las ciudades”, el mensaje se interpreta solo. Todo lo que tenga matrícula, ya sea de dos o cuatro ruedas, queda automáticamente fuera del tablero urbano tal y como lo conocemos hoy.
La frase no se lanzó al azar. Navarro la pronunció durante el Encuentro de Ciudades para la Seguridad Vial y la Movilidad Sostenible, celebrado en Badajoz, en un contexto muy concreto: el del futuro de la movilidad urbana y los límites físicos de las ciudades.
Un problema de espacio, no de emisiones
El enfoque del director de la DGT es claro. No habla de contaminación, ni de etiquetas medioambientales, ni siquiera de tecnología. Habla de espacio. De un recurso limitado que ya no da más de sí frente al crecimiento constante del tráfico.
“En el ámbito local, la apuesta está en promover de manera decidida el transporte público, ya que éste se va a convertir en el único modo de acceder a las ciudades”, dijo. Y ahí está la clave: si el único modo es ese, no hay excepciones posibles.
Ni coches eléctricos.
Ni híbridos.
Ni microcoches.
Ni motos.
Aunque una moto ocupe menos, consuma menos y ayude a aliviar atascos, sigue ocupando espacio. Y para Navarro, ese parece ser el verdadero problema de fondo.
Por qué las motos también entran en el mismo saco
Tradicionalmente, las motos han esquivado muchas restricciones urbanas gracias a argumentos sólidos:
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menor huella física,
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mayor fluidez del tráfico,
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eficiencia energética,
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facilidad de aparcamiento.
Pero el discurso actual va por encima de todo eso. No se trata de discriminar por tipo de vehículo, sino de reducir directamente el número de vehículos privados que entran en la ciudad.
Navarro no hace distinciones porque, en su diagnóstico, la tecnología ya no soluciona el problema. Puedes llevar etiqueta CERO, pero sigues ocupando un carril. Puedes ser eficiente, pero sigues sumando volumen.
Un cambio de paradigma silencioso
Lo relevante de sus palabras no es solo lo que dice, sino lo que da por asumido. El vehículo privado deja de ser el protagonista del modelo urbano. Ya no se discute cómo hacerlo más limpio, sino si debe estar ahí.
En ese marco, las motos dejan de ser una excepción tolerada y pasan a ser parte del mismo problema estructural. No por contaminar, sino por existir dentro de un espacio saturado.
Mercancías sí, movilidad personal no
Curiosamente, Navarro sí dejó margen en otro frente: la distribución urbana de mercancías. Reconoció que seguirá creciendo y que obligará a los ayuntamientos a reorganizar accesos, horarios y prioridades. Ahí sí hay matices, soluciones específicas y adaptación.
En la movilidad personal, en cambio, el mensaje fue mucho más tajante. La puerta no se entreabre: se cierra.
El nuevo debate ya no es la etiqueta
La conclusión es incómoda, pero clara. El debate ya no gira en torno a qué coche conduces o qué moto llevas. La pregunta es si deberías entrar con un vehículo propio.
Y a tenor de las palabras del director de la DGT, la respuesta que empieza a dibujarse es cada vez más simple —y más radical—: no.