Pere Navarro anima a ciudades como Madrid y Barcelona a que "prohibir" el uso del coche privado: "No los queremos"
La figura de Pere Navarro, director general de la DGT, vive semanas de exposición mediática poco habituales. Primero por la controversia generada alrededor de la baliza V16, un dispositivo que ha despertado dudas, críticas y sospechas entre miles de conductores. Ahora, la atención recae sobre sus recientes declaraciones en un foro institucional, en las que expuso sin rodeos su visión de cómo debe transformarse la movilidad urbana en España.
Sus palabras, lejos de resultar ambiguas o prudentes, revelan una estrategia que genera inquietud entre quienes defienden la libertad de movimiento y cuestionan el creciente intervencionismo en el espacio urbano.
“Transporte público, transporte público y transporte público”
Durante el VIII Encuentro de Ciudades por la Seguridad Vial y la Movilidad Sostenible, celebrado en Badajoz, Navarro se expresó con una claridad que ha encendido el debate. Afirmó que:
“El secreto de la movilidad urbana es transporte público, transporte público y transporte público… punto final.”
La frase, rotunda y repetitiva, no admitía matices. En su visión, los desplazamientos al centro de las grandes ciudades deben realizarse exclusivamente mediante sistemas colectivos o, en su defecto, taxi, Uber o Cabify. Pero no en coche privado. La intención, según dijo, es “disminuir la presencia del coche en la ciudad, punto”.
La contundencia del mensaje no ha pasado inadvertida: ¿se busca incentivar el transporte público o desincentivar directamente el uso del coche privado, incluso cuando este es la opción preferida por millones de ciudadanos?
Ni el coche eléctrico se libra
Las palabras de Navarro fueron más allá. En relación con las Zonas de Bajas Emisiones, afirmó que la entrada libre del coche eléctrico al centro de las ciudades no debería ser un derecho adquirido:
“No queremos coches en el centro de la ciudad, no rellenar aquello de coches eléctricos y tener otra vez el problema de la congestión.”
Es decir, incluso quienes han dado el paso —costoso— hacia la electrificación podrían encontrarse con nuevas restricciones, pese a que durante años se les ha prometido justo lo contrario.
El argumento, según Navarro, no es medioambiental sino de espacio: simplemente no quieren coches, sean del tipo que sean.
Un objetivo que parece claro: eliminar el coche privado del centro
Estas declaraciones, sumadas a otras del pasado —como cuando afirmó que “el futuro del tráfico será compartido o no será”— muestran un patrón difícil de ignorar. Existe una línea ideológica que apuesta por reducir el vehículo privado hasta hacerlo testimonial en los centros urbanos.
Los ciudadanos, sin embargo, llevan años demostrando algo distinto: que el coche privado sigue siendo la opción más cómoda, rápida y eficiente para muchísimos desplazamientos diarios. Y que sustituirlo por alternativas colectivas, cuando estas no garantizan la misma flexibilidad, supone una pérdida real de bienestar y autonomía.
La estrategia expuesta por Navarro parece ignorar esa realidad, planteando un modelo donde la elección individual se reduce progresivamente a favor de un esquema planificado desde la administración.
¿Una movilidad más sostenible o una pérdida de libertad?
La visión defendida por la DGT podría tener sentido si el transporte público ofreciera calidad, puntualidad y cobertura suficientes. Pero en gran parte del territorio español, esta condición dista de cumplirse. Aun así, el mensaje institucional apunta a una reconversión forzosa, independientemente de si el sistema está preparado para absorber ese cambio.
La crítica más repetida entre expertos y ciudadanos es clara:
limitar alternativas no mejora la movilidad, solo estrecha la capacidad de decisión del individuo.
La movilidad debería evolucionar, sí, pero mediante incentivos, innovación y mejora del transporte colectivo, no mediante la creación de un entorno hostil hacia quienes siguen necesitando o prefiriendo su coche privado.