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La DGT prepara un nuevo impuesto al diésel y otro a la gasolina

Dirección General de Tráfico (DGT)

El Gobierno de España ha cerrado el año con un paquete de medidas fiscales que marcarán un antes y un después para millones de conductores. Aunque el objetivo oficial es avanzar hacia los compromisos climáticos fijados por la Unión Europea, lo cierto es que las nuevas decisiones supondrán un encarecimiento directo del uso de los vehículos de combustión a partir de 2026, especialmente de los diésel, que todavía representan cerca del 60 % del parque móvil nacional.

Las medidas, publicadas tras la última reunión del Consejo de Ministros, afectan tanto a la fiscalidad del combustible como al uso del vehículo en zonas urbanas, y llegan en un momento clave en el que la transición hacia la electrificación todavía convive con una realidad dominada por motores térmicos.


El diésel pierde su ventaja histórica

Uno de los cambios más relevantes será la eliminación progresiva de las ventajas fiscales del diésel, que durante décadas ha contado con una menor carga impositiva frente a la gasolina. El Ejecutivo prevé igualar ambos impuestos, una medida alineada con las exigencias del Pacto Verde Europeo y los compromisos adquiridos con Bruselas.

Según estimaciones de organizaciones como la OCU, esta equiparación podría suponer un incremento de entre 7 y 11 céntimos por litro de gasóleo. Traducido a cifras reales, llenar un depósito medio costará alrededor de 6 euros más, lo que supone más de 100 euros adicionales al año para un conductor que recorra unos 15.000 kilómetros anuales. En el caso de vehículos profesionales o de transporte, el impacto económico será todavía mayor.

El Gobierno justifica esta medida como una forma de reducir emisiones, corregir desequilibrios fiscales históricos y fomentar la transición hacia tecnologías menos contaminantes.


Más presión en las ciudades: tasas por circular en ZBE

La segunda gran novedad afecta directamente a las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE). Los ayuntamientos tendrán vía libre para implantar tasas por circular con vehículos de gasolina o diésel, especialmente en áreas urbanas con alta densidad de tráfico y contaminación.

Estas tasas podrán variar en función de:

  • El nivel de emisiones del vehículo

  • La franja horaria

  • La zona concreta de circulación

En la práctica, se trataría de una especie de peaje urbano, especialmente activo en horas punta o durante episodios de alta contaminación. Los vehículos eléctricos y los que cuenten con distintivos ambientales más favorables quedarían exentos o pagarían importes reducidos.

Algunos municipios ya han adelantado que esta herramienta será clave para reducir el tráfico, mejorar la calidad del aire y acelerar la renovación del parque móvil urbano.


Más ayudas al coche eléctrico… pero también más presión fiscal

Mientras se endurece la fiscalidad de los combustibles fósiles, el Ejecutivo mantiene los incentivos a la compra de vehículos eléctricos e híbridos enchufables. Continúan vigentes las ayudas directas, las deducciones fiscales y el impulso a la red de recarga, con el objetivo de facilitar la transición tanto a particulares como a empresas.

Desde el Gobierno insisten en que el objetivo no es recaudar, sino redirigir el modelo de movilidad hacia opciones más limpias y sostenibles. Sin embargo, asociaciones de consumidores y automovilistas advierten de que el impacto económico será notable para millones de hogares que aún no pueden asumir el coste de un coche eléctrico.


Un cambio que marcará el futuro de la movilidad

Con estas medidas, España se alinea con la hoja de ruta marcada por la Unión Europea, donde la fiscalidad verde se perfila como una de las principales herramientas para transformar el parque automovilístico. Los datos ya muestran una tendencia clara: en 2025, las matriculaciones de vehículos eléctricos e híbridos enchufables siguen creciendo, impulsadas tanto por incentivos como por la presión regulatoria.

A partir de 2026, moverse en coche será más caro para quienes sigan apostando por gasolina o diésel. El mensaje es claro: la transición hacia una movilidad más limpia ya no es una opción futura, sino una realidad cada vez más inmediata.