CUIMO

Se tira meses de visitas al taller de Cüimo porque se le caen "siempre" los tornillos del escape

Cuimo

Lo que debería haber sido una compra ilusionante acabó convirtiéndose en un auténtico calvario mecánico y de atención al cliente. Miguel, un comprador de una motocicleta en el concesionario especializado Cuimo, ha decidido compartir su experiencia pública tras más de dos meses de problemas técnicos, falta de respuestas y una postventa que, según su testimonio, dejó mucho que desear.

“Compras la moto en un concesionario ‘especializado’ y que ofrece ‘garantías’ y es peor que comprársela a cualquiera de la calle”, afirma tajantemente en su reseña.

Todo empieza mal: escape sin fijar y tornillos ausentes

Apenas unos días después de recibir su moto el pasado 18 de enero, Miguel detecta un ruido anómalo. Su descripción es clara: “la moto comienza a sonar a escape libre”. Tras llevarla al taller de Cuimo, se detecta que el escape no tiene los tornillos y la junta ha quedado quemada. Le colocan tornillos provisionales mientras prometen una solución definitiva “en un par de días”.

El tornillo de la moto

Lo que siguió fue una serie de reparaciones provisionales, con tornillos que se soltaban semanalmente, hasta que, desesperado, el propio cliente se lanza a mirar la moto y detecta el verdadero origen del problema:

“El soporte que une el tubo de escape con el motor y la zona de la rueda trasera está totalmente partido. Y por su aspecto, no es algo reciente”.

Una rotura estructural que no solo compromete la seguridad, sino que, según Miguel, debería haber sido detectada en cualquier revisión previa básica.

La incomunicación, otro punto negro

El relato continúa con intentos fallidos de contactar con Cuimo: llamadas sin respuesta, correos electrónicos ignorados. Todo ello con la moto en condiciones peligrosas para la conducción.

Finalmente, tras un largo periodo de espera y reclamaciones, Cuimo recoge la moto y se compromete a hacer una reparación completa. Sin embargo, la solución tampoco llega limpia de problemas.

“Me la devuelven supuestamente reparada, pero al volver de viaje y probarla, me doy cuenta de que tira gasolina por el motor sin circular, simplemente arrancada en el garaje”.

Una situación que no solo confirma las deficiencias técnicas persistentes, sino que evidencia una falta de revisión exhaustiva antes de la devolución.

La respuesta de Cuimo: buenas palabras, pero sin autocrítica

Desde Cuimo, la respuesta oficial a la reseña publicada intenta mostrarse conciliadora, pero evita asumir errores:

“Nuestra prioridad siempre ha sido dejarla bien y segura para que puedas disfrutarla de nuevo. Sentimos mucho que hayas tenido que estar tantos días sin moto”.

No obstante, para Miguel, las palabras no son suficientes: “yo no volvería a comprar aquí una moto”. Su experiencia deja entrever una gestión deficiente de las garantías, una postventa que roza el abandono y reparaciones que parecen más parches que soluciones reales.

¿Qué queda del supuesto valor añadido de un concesionario?

Experiencias como esta socavan la confianza en los concesionarios de motos de segunda mano, sobre todo cuando se anuncian como “revisados y garantizados”. La sensación final es que, más allá del discurso comercial, los controles brillan por su ausencia y la atención al cliente desaparece una vez cobrado el importe.

Para Miguel, la compra de su moto en Cuimo ha sido, literalmente, “un verdadero calvario”. Y su testimonio sirve de advertencia a otros compradores: cuando una moto usada llega con defectos que un particular sin conocimientos puede detectar y la empresa no, algo va muy mal.